Mi mente esa noche se durmió con
un número en la cabeza 7:10 y a la mañana siguiente en medio del sueño más
profundo fue como si alguien me abriera los ojos de un solo golpe, miré al
techo asustada, nunca sonó la alarma, tenía que tomar un bus a Santiago de Chile a las
7:30 a.m. y solo exclamé ¡Mierda! Cogí el celular y cuando miré la hora, 7:10,
solo pensé en mi ángel y dije gracias una vez más, me levanté y a correr. Me vestí, desperté
a la Vale para irnos, saqué las maletas, las subimos al coche y arrancamos, el reloj
marcaba 7:35 y ella me dice: -Aquí no esperan, no llaman, si uno no está igual arrancan pero no importa seguimos al bus- mi mente de una vez imaginó una
escena de rápido y furioso persiguiendo al bus. Cuando llegamos ella fue a ver si aún estaba el bus mientras yo sacaba mis maletas y sí, para mi tranquilidad el chofer apenas se estaba subiendo al bus y
abrochaba su cinturón, respiré hondo y dije con mi mente -¡Gracias otra vez!-, nos
dimos un abrazo muy fuerte para despedirnos, agradecí todo lo que hizo por mí y subí al bus, silla 8 que escogí, ventanita, suspiro muy
hondo y una tranquilidad profunda.
Cuando abrí los ojos, el bus se
había detenido, no tenía ni idea donde estaba o si ya habíamos llegado, miré mi
celular, abrí Google maps y efectivamente habíamos llegado, Terminal Sur de
Santiago de Chile. Me estiré un poco, agarré mi bolso y bajé del bus, me
entregaron mis maletas y comencé a caminar siguiendo a los demás, pues ni
idea para qué lado quedaba la salida, buscaba un típico letrero gigante que dijera
Baño y lo encontré, 500 pesos chilenos, quinientos!!!, son casi $2.500 pesos en Colombia,
pero al país que fueres pues ya gózatelo y no hagas el cambio en la mente o si
no te pones a llorar, la verdad yo imaginaba que era peso colombiano y pues fui
feliz pensando en lo económico que estaba todo y ya. Pagué y pasé la
registradora donde casi mis 3 maletas y yo no cabíamos pero se logró, al entrar era un ambiente poco agradable y pequeño, en ese instante pensé en los baños de los aeropuertos donde
entras con tu maletita o maletota y caben las 2, no tienes que pensar o entro
yo o la maleta y pues aquí sí tocó pensar como le iba a hacer, vi el espacio y pues como
pude metí la maleta, fui entrando de lado y luego me puse casi encima de la
taza y corrí la maleta hacia mí para poder cerrar la puerta, cuando casi lo había logrado caí en cuenta
que el papel higiénico estaba afuera (esas cosas solo me pasan a mi) y con
una sonrisa pendeja volví a hacer maromas para salir de ese baño, agarrar papel higiénico y volver, cerré la puerta, respiré hondo y dije: -Estoy viva aún que es
lo importante-.
Cuando salí me acerqué al espejo y sí me asusté un poco, se notaba en mis ojos la tristeza de días anteriores y a veces eso no se maquilla tan fácil- Como pude empecé a embellecer un poco ese rostro, me encrespé las pestañas, una base suave, sombritas, pestañina, la línea negrita abajo del ojo y rematé con brillo en mis labios, sonreí y como que sí había funcionado, al menos había color en mis mejillas. Fui organizando mis cosas para llevar al recorrido un bolso pequeño que no me pesara tanto ya que iba a caminar bastante por Santiago, iban a ser las 10 de la mañana y el día era todo mío, solo tenía que cruzar la calle para ir a otro Terminal, el cual podía dejar guardadas las maletas para en la noche regresar y así coger un bus para el aeropuerto, mi vuelo salía a la 1:00 a.m. para Colombia, tenía que volver tipo 9 p.m.
Con la duda de no saber para donde coger cuando saliera de aquel baño es lo que me hizo reflexionar ese momento y tener la sensación más inexplicable en el instante que ya me tengo que lanzar a lo desconocido y es allí cuando más me siento viva, cuando puedo reconocer quién soy yo porque me siento feliz. La felicidad es eso, esos pequeños momentos que estás a punto de arriesgarte a vivir, porque de lo que hacía que había llegado a Chile no había podido estar sola y a esto me refiero de viajar sola, no hay nada más emocionante de mirar de que eres capaz y jugar con la incertidumbre de lo que conocerás, esa sensación de vacío es como cuando conoces a alguien y no sabes con quién te puedes encontrar, cuando te arriesgas a decir hola o tú a responder ese hola, esa sensación de expectativa es con la que deberíamos vivir siempre y mantenerla encendida porque es precisamente es lo que te hace sentir vivos, arriesgarse sin pensar, sin organizar tanto, por eso dicen los mejores planes son los que se improvisan y aquí estaba yo, un 6 de agosto en un baño en Santiago siendo la mujer más libre y feliz del mundo.
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